Necesitamos materiales reciclados: conos de papel higiénico,
cartón, diarios, revistas, envases plásticos desechables, etc. ¿Para qué? Para
construir un juguete. Se nos entregó un caso, de un niño con algún tipo de
dificultad que se pudiese resolver través
del juego, en específico, con un juguete. Ya sabíamos, también gracias a
nuestra formación previa que el juego es la ocupación predominante en la etapa
de la niñez, y aunque también forma parte de nuestras premisas, que en realidad
es una ocupación que se puede practicar en cualquier etapa de la vida, y que el
estado de flujo que permite puede ser increíblemente beneficioso, nos siempre -algunos-
o casi nunca –otros, nos hacemos el tiempo para disfrutar de este beneficio.
Fue así que llego a nuestras manos (nuestras, porque el
trabajo se desarrollo en forma grupal) el caso
de un niño con escasa interacción con sus pares, y era nuestra tarea,
diseñar un juego que ayudara a resolver el problema. ¿Empatía para iniciar?
¡Gran tarea con un niño! ¿Por qué no compartir con otros niños, si la
generalidad, la normalidad es que si sienta esta motivación? ¿Cómo se siente?
¿Cómo vive la experiencia de juego? Imposible saberlo, hasta ese momento no teníamos
más que una historia en un papel. Nos saltamos entonces esa parte del proceso,
y pusimos nuestras mentes a trabajar en conjunto.
Se han descrito para los procesos creativos, cuatro fases
que a mí me resultan muy lógicos y de nomenclatura auto-explicativa: Preparación,
Incubación, Iluminación y Verificación. De
preparación hubo mucho, conversaciones, análisis de la situación y
dirección de las posibles soluciones a la dificultad. De incubación, exceso, no
había manera de que alguna idea tomara forma. Todas se detenían antes de nacer,
todos intentábamos completar las ideas de todos, pero resultado en todos los
primeros intentos fue el mismo: nada. Hoy, cuando lo recuerdo y pongo en
palabras, pienso que lo lógico hubiese sido que sintiéramos frustración, pero
muy por el contrario en el ambiente no había nada de eso. Risas, palabras sin
sentido, ideas sin lógica, dibujos y diseños incomprensibles, y más risas, de
eso, estaba lleno. Entonces, vistos desde afuera, éramos un grupo de niños
jugando a ser diseñadores, había surgido entonces de manera natural la empatía.
De ahí en adelante todo fue mucho más fácil, la idea inició
en alguien, para viajar por todas nuestras manos y tomar forma poco a poco.
Diseñamos un juego grupal: animales armables y desarmables, a los que se
agregan partes del cuerpo por turno en un juego de naipes. Para escoger un
animal, se lanza un dado, y gana quien completa primero su animal. Hecho el
dibujo del proceso, la etapa final, la verificación resulto totalmente
favorable.
Si diseñar fue todo un juego, construir lo fue aun mas, la alegría inundaba el espacio, y aun mas las ganas de probar el juguete. Aún no lo hacemos, las ganas siguen ahí, y nuestro espíritu de niños sigue ansioso por conocer qué otra ingeniosa maravilla habrán construido los demás…
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